**Por la Dra. María Marcela Botinelli y el Lic. Hugo Mercer

El triunfo de la Selección Argentina de futbol en el reciente Mundial en Qatar dio lugar a una generalizada y masiva expresión de alegría en la población a todo lo largo y ancho del territorio nacional y en varios lugares del mundo.

En nuestro país, el futbol despierta pasiones, eso era bien conocido, pero la magnitud del entusiasmo creciente en el tránsito por cada partido ganado y el triunfo final no estaba en los cálculos o la imaginación de la mayoría. La pasión por el futbol y el triunfo hizo emerger esa alegría contagiosa que incita a compartir con otrxs a participar de ese festejo aunque no seamos sus protagonistas como jugadores.

Cada una de las historias de vida de los jugadores y técnicos, los diferentes lugares del país del que provenían, sus desafíos, las críticas que les hicieron, las tristezas, los embates con sus adversarios, los guiños a la hinchada, sus declaraciones, incluso las ocurrencias al responder agravios y los festejos que iban emergiendo generaron la mística alianza que permitió identificarse desde muy diversos lugares con ese grupo humano que peleó cada pelota jugada con la camiseta argentina. Así emergieron pasiones alegres no solo como hecho individual, ni tampoco solo como admiración a los jugadores, sino como sentimiento entre y con el resto de lxs ciudadanxs sin importar de qué club, partido, o lugar fueran, tal como lo evidencian las imágenes y miles de cantos e historias que emergieron y se transitaron en los últimos días recuperando incluso las historias de lucha y memoria que nos unen.

Las pasiones alegres, tal como señalan muchos referentes, son muy relevantes en el sostén de la vida aún en las peores condiciones y si bien también hubo episodios de las otras pasiones, las tristes, la alegría que surgió desbordó y atravesó distancias y diferencias, desatando la necesidad de juntarse y estar con otrxs en ese tránsito, comentarlo, compartirlo, hablarlo, es decir, participar de ese lazo común en la alegría. 

Así se llenaron las calles, las confiterías, las casas, los colegios, los clubes, las plazas y todos los espacios sociales, se generaron cábalas, mitos, ritos, cantos y bailes compartidos, sacando sonrisas cómplices y comentarios entre desconocidos frente a una bandera o viendo la camiseta, y promovieron el despliegue de la creatividad en cantos, grafitis, murales, memes, que se celebraban y guiñaban con una bocina, agitando las manos, haciendo gestos y sumándose a bailes y canciones.

Desde la Salud Pública es bueno que reflexionemos acerca del valor del deporte para la salud en general pero, también valoremos cómo la alegría que el evento deportivo genera -y en este caso el futbol especialmente- es capaz de modificar el estado de ánimo y las expectativas de las personas.

El triunfo movilizó a toda la sociedad de uno u otro modo y nos hizo sentir la potencia de participar con otrxs, en el surgimiento de lo común en la alegría, promoviendo así y generando la expectativa de que podemos lograr conjuntamente otras formas de transitar esta vida y visibilizando a partir de esa movilización compartida, la posibilidad de ser capaces de generar los lazos y la participación necesaria para superar los problemas sociales, económicos, políticos que padecemos, incluyendo el agravamiento de la disparidad social que la pandemia y la deuda externa acrecentaron.

**Vocal y Secretario General, respectivamente, de la Asociación Argentina de Salud Pública.